Es raro encontrarse con un amante de los coches que no disfrute manejando vehículos rápidos. Uno de los regalos más populares en los últimos años para hacerle a un amante de la automoción es, de hecho, la posibilidad de dar unas cuantas vueltas a un circuito de competición, bien con su propio coche, bien con un bólido prestado por los propios organizadores del circuito. Poder montar, aunque sea una vez en la vida, en uno de esos vehículos de ensueño que alcanzan velocidades de vértigo merece cada euro pagado.

Todos esos amantes de los coches superdeportivos, sin embargo, son conscientes de que los vehículos que uno puede alquilar para dar unas vueltas en una pista de competición están lejos de ser considerados los más rápidos del mundo. Los Ferrari, Lamborghini y Aston Martin habituales en esos eventos son infinitamente superiores, al menos en términos de potencia y aerodinámica, a los utilitarios que conducimos para ir al trabajo o para veranear, pero existen coches específicamente diseñados para humillar en una pista a los deportivos más deseados y conocidos. Podemos encontrar varios ejemplos si hacemos un breve repaso por la historia de los coches más rápidos del mundo.

Una lucha encarnizada

Casi desde el nacimiento de los vehículos a motor, las marcas más punteras han competido incesantemente por producir el coche más alucinante y potente. Durante los últimos años, de hecho, se ha extendido la tendencia de intentar diseñar el coche de producción más rápido y después tratar de demostrarlo, con jueces y pruebas determinadas, en circuitos de competición. Un coche de producción no es más que un coche que se lanza al mercado para el uso común, excluyendo esta categoría a los vehículos de competición como los Fórmula 1, los biplaza que compiten en Le Mans o los coches tuneados a partir de uno base para alcanzar potencias desmesuradas.

Muchas marcas, para atraer la atención de los medios de comunicación y de posibles compradores extravagantes, suelen anunciar que sus modelos más modernos son capaces de alcanzar las velocidades más altas registradas, pero a día de hoy se suele considerar que, para ostentar la corona de coche de producción más rápido del mundo, hay que demostrarlo en un evento concreto, en distintos sentidos, ante jueces especializados y en pistas adecuadas, como el legendario Nürburgring o la pista del Centro Espacial Kennedy, la ubicación utilizada para movilizar el transbordador espacial. Por tanto, a la hora de la verdad, no hay tantos coches que realmente estén en condiciones de competir por esta marca.

Qué tipos de coches pueden ser los más rápidos del mundo

Aun siendo coches de producción, es decir, que se lanzan al mercado y que no están diseñados para competir en circuitos de carreras, los coches que pelean por ser considerados los más rápidos del mundo suelen producirse en cantidades escasísimas y son adquiridos por coleccionistas, altas personalidades del mundo del motor o mega millonarios excéntricos. Dado el elevadísimo nivel de inversión necesario para concebir, diseñar y producir vehículos tan sofisticados, su precio de mercado suele ser asumible por pocas personas, y son coches rara vez vistos por las calles de las ciudades, tanto por lo llamativo de conducir algo así, como porque en ocasiones se suele limitar su circulación. A fin de cuentas, estamos hablando de vehículos que superan ampliamente los 1.000 caballos de potencia, con todo lo que ello implica.

Hoy en día, de hecho, las marcas que pelean por estos logros suelen ser diseñadores de coches relativamente pequeños, dedicados casi en exclusiva a producir superdeportivos de alta potencia, y que apenas son conocidos por el gran público. Es el caso de las marcas SSC, Hennessey o Koenigsegg, que sólo producen vehículos sofisticadísimos rara vez vistos por la calle. Otras marcas conocidas por producir los coches más rápidos, como Bugatti, son mediáticamente más relevantes precisamente por haber ostentado la corona durante más tiempo del habitual, por haber sido objeto de colección de algún futbolista famoso o por haber sido protagonistas de algún videojuego de moda. Sin embargo, es necesario remontarse a los vehículos más rápidos de los años 80 para encontrar marcas “de las de toda la vida” logrando estas hazañas, como Jaguar, Ferrari o Porsche.

El vehículo más rápido de cada época

Los estándares actuales exigen certificar las velocidades de una forma concreta, pero antiguamente existía una mayor laxitud para demostrar que un coche concreto alcanzaba la mayor velocidad. Si vamos década por década, nos encontramos que el coche más rápido de los años 20 fue el Bentley 3 Litre Green Label, que alcanzó una velocidad máxima de 148 km/h. Obviando las convulsas dos décadas siguientes, el récord de los años 40 lo alcanzó otro vehículo inglés, un Jaguar XK120, que se quedó a 5 km/h de llegar a los 200. En los años 50 hubo una incursión española, el mítico Pegaso Z-102, que logró alcanzar los 245 km/h, si bien el récord le duró poco, pues el coche más rápido de la década fue el Ferrari 410 Superamerica, que lo superó por 11 km/h.

Los 60 y los 70 siguieron dominados por el Cavallino Rampante, gracias al legendario Ferrari Daytona GTB/4 y sus 281 km/h, que sólo fueron superados por otro Ferrari, el 288 GTO, en 1984. La mejor marca de los 80, tras un breve reinado alemán con los 315 km/h del Porsche 959, volvió a salir de Maranello, gracias al icónico Ferrari F40. En los 90 hace su aparición un Bugatti, marca por otra parte clásica en los entornos del lujo, con el EB110 y sus 348 km/h, si bien el claro triunfador de la década fue el McLaren F1, uno de los superdeportivos más elegantes que se recuerdan. La primera década del siglo XXI es del Bugatti Veyron, que superó por primera vez los 400 km/h, y desde entonces el trono ha estado disputado por las marcas especializadas mencionadas, hasta llegar al primer vehículo que superó los 500 km/h, el SSC Tuatara, la bestia estadounidense de 1770 CV que reina en la actualidad.