El verano es la época del año con más desplazamientos en las carreteras españolas. Después de la pandemia, todo apunta a que la mayoría de estos viajes se harán en vehículos particulares, sobre todo en la búsqueda de comodidad que aporta moverse con el coche de uno mismo. Sin embargo, en los meses de más calor hay que poner especial atención al mantenimiento del vehículo. Las altas temperaturas y la ausencia de revisiones se convierten en los grandes enemigos de los conductores, sobre todo en los viajes largos, en donde el cansancio suele notarse mucho más.

El calor suele estar detrás de muchos de los accidentes que se producen en verano. Sobre todo por la sensación de fatiga, que se ve acentuada, y a los reflejos, que se reducen. También se ven afectados la vista y la atención. Conducir a una temperatura de 35 grados puede provocar que el conductor deje de percibir hasta el 20% de las señales que se encuentra a su paso, aumentando los errores más de un 30%. Y sobre todo acabamos acusándolo en las horas centrales del día y después de la comida, cuando el sueño suele hacer acto de presencia y se intensifica con el calor.

A todo ello hay que unirle que solemos movernos por vías que son desconocidas para nosotros, que no siempre están en las mejores condiciones para circular y con la relajación del verano. En muchas ocasiones, esto último puede provocar que nos pongamos al volante sin la debida concentración, y eso puede acabar en un susto o en una colisión.

Antes de afrontar un viaje largo en vacaciones lo conveniente sería visitar un taller de confianza para la puesta a punto del coche. Ponerlo en manos de profesionales supone una garantía para irnos de vacaciones con la mayor tranquilidad posible.

Época del año con más averías

El periodo estival es el más propicio para sufrir averías. Y al contrario de lo que podamos pensar, afectan a muchos componentes del vehículo.

Algunos de estos problemas están asociados con el sistema de climatización o de aire acondicionado. Para evitarlas lo más conveniente es no utilizar de forma constante y abusiva del sistema de refrigeración. Otra posibilidad pasa por bajar las ventanillas en el momento de arrancar el motor, conseguir que el interior se refresque, y encender únicamente el aire acondicionado cuando la temperatura del coche se haya igualado con la que haya fuera.

El calor también contribuye a la pérdida de potencia del motor. Se estima que puede llegar a reducirse hasta un 15%. Esto es debido a que el aire caliente transporta menos oxígenos y el combustible tarda más tiempo en quemarse.

Hay que decir que esta pérdida de motor también puede originarse por la utilización del climatizador o del aire acondicionado. De ahí que sea conveniente para evitar estos problemas mantener en un correcto estado las bujías y los filtros de aire.

Los expertos recomiendan antes de irnos de vacaciones de verano comprobar el estado de los neumáticos. Con las altas temperaturas y las velocidades tan elevadas con las que solemos conducir, lo más probable es que se acaben sobrecalentando. Es preciso controlar su presión, sobre todo porque si están en niveles bajos, la banda de rodadura se calentará mucho más.

También debe tenerse en cuenta que el calor acumulado en la calzada aumenta considerablemente el riesgo de sufrir un pinchazo.

El peligro de los frenos de tu coche en verano

La temporada estival también provoca que los frenos sufran más de lo debido. Es necesario que antes de realizar un viaje largo comprobemos que el líquido refrigerante haga bien su función y no existan pérdidas por ningún lugar. De no ser así corremos el riesgo de que el coche frene mal y los discos acaben deformándose.

Si eres de los que te preocupas por el exterior de tu coche, también deberías saber que las elevadas temperaturas pueden convertirse en uno de los grandes enemigos de la carrocería del coche. El impacto del sol hace que la pintura pierda luminosidad. Es por eso que se recomiende lavar el coche con frecuencia y aplicar alguna cera que absorba los rayos ultravioleta.

Para evitar estos daños en la pintura y que el interior del coche sea un auténtico horno, siempre que se pueda es preciso estacionar en lugares sombríos y emplear un parasol en el parabrisas delantero. También puede utilizarse en la parte trasera, además del uso de protectores para el volante.

Los cristales también sufren

No hay que pasar tampoco por alto otro elemento del vehículo que acaba sufriendo en exceso por los cambios de temperatura. Es el parabrisas. Lo que puede empezar como una simple grieta en muchas ocasiones acabe desencadenando en una rotura del cristal.

Las lunas sufren mucho cuando hay una diferencia importante entre la temperatura del exterior con la del habitáculo. Es lo que ocurre en verano, cuando se pueden llegar a alcanzar hasta 40 grados fuera, y en nuestro coche abusamos del aire frío. Debe tomarse la precaución de no concentrar el chorro del aire hacia el parabrisas. Lo adecuado sería distribuirlo hacia el centro del espacio para que se reparta por si sola la temperatura.

Otro factor a tener en cuenta para evitar roturas asociadas con el clima es la velocidad con la que sale el aire. Cuanta más alta sea, mayor será el riesgo. Cuando el coche esté aparcado al sol, lo más aconsejable antes de activar los sistemas de climatización es abrir las puertas e incluso el maletero para conseguir reducir la temperatura interior. Lo que se busca con ello es que el interior concentrado en el habitáculo se libere y ayude al sistema de climatización.

Todos los problemas del coche vinculados al calor pueden combatirse con pequeños trucos y con un adecuado mantenimiento. En esta época del año, más que nunca, una buena puesta a punto del vehículo resulta crucial. Unos días antes de emprender viaje, pide cita a tu taller y no lo dejes para el último día.