Cada vez resulta más evidente que el impacto económico de la crisis del coronavirus va a afectar a nivel global durante un periodo largo de tiempo. Para muchas industrias, el principal desafío no solo es luchar contra la pandemia, sino también manejar las consecuencias económicas y sociales y encontrar las medidas adecuadas para responder a ellas. En esta tesitura es donde precisamente se halla la industria automotriz.
La crisis ha afectado en gran medida a la liquidez, la oferta, la producción y la demanda. Las empresas automovilísticas han tenido que cerrar fábricas y lidiar con la caída de las ventas y la interrupción total en las cadenas de suministro. Como resultado a todo esto, los ingresos han disminuido de forma notable en todo el mundo.
Las ayudas de los gobiernos a la industria automotriz
La crisis en la industria automotriz comenzó en febrero cuando el brote de coronavirus en China obligó al cierre de fábricas en el gigante asiático. A medida que la enfermedad se extendió, también lo hizo la interrupción en la cadena de suministro. A mediados de marzo, los cierres en las principales plantas europeas ya eran todo un hecho.
En muchos países, la industria automotriz es un motor clave del PIB y uno de los sectores que ofrece una mayor cantidad de trabajo. Los problemas en esta industria conducirán a la economía en general a tener que afrontar una serie de importantes desafíos.
Para superarlos, los principales fabricantes de automóviles ya están pidiendo apoyo. Los diferentes gobiernos han respondido con una serie de medidas, entre ellas proporcionar una mayor asistencia financiera y facilitar el trabajo a corto plazo. Sin embargo, se requiere mucho más.
Los gobiernos y las empresas deberán comenzar a prepararse para lo que está por llegar una vez se supere la crisis. La incertidumbre radicará en cómo manejar el impacto de la crisis a largo plazo y cuáles serán sus posibles efectos en el futuro del sector.
La crisis automovilística en Europa
La industria automotriz en Europa da trabajo a más de dos millones y medio de personas en la fabricación directa de automóviles. De esta cifra, más de un millón de empleos se han visto afectados hasta la fecha por la crisis del coronavirus. Europa ha confirmado una pérdida en la producción de más de un millón de unidades debido a los bloqueos impuestos por los gobiernos.
Varias unidades de fabricación tuvieron que cerrar sus fábricas para contener la propagación del virus. Alemania y España, por ejemplo, ya han confirmado la mayor pérdida de producción de vehículos. El impacto comercial económico es notable debido a la caída en la productividad, la interrupción de la cadena de suministro y el bloqueo en las unidades de fabricación.
Todo esto afecta de forma severa a la demanda y el registro de nuevos automóviles. Alemania ha reportado una disminución en el registro de vehículos de hasta el 11%. En España la disminución llega hasta el 6%.
La Unión Europa ya ha anunciado varias medidas para tratar de apoyar a la industria automotriz. El Banco Central Europeo ya dió a conocer en marzo pasado un Programa de compra de emergencia pandémica (PEPP) con el objetivo de comprar bonos entre los estados miembros e infundir 750.000 millones de euros para mantener la liquidez de los sistemas financieros.
Al mismo tiempo, el Banco Central Europeo ha expresado su voluntad de aumentar el tamaño de compra de activos durante el tiempo que sea necesario.
Por otro lado, el Banco Europeo de Inversiones también propuso una serie de planes para movilizar 40.000 millones de euros en fondos, así como un programa de compra para movilizar otros 10.000 millones de euros de apoyo para las industrias.
A pesar de todo, aunque existen planes de contingencia y las instituciones financieras han propuesto planes de ayuda para el sector, no se atisba aún ninguna estrategia de rescate para las compañías automotrices europeas al menos hasta el último trimestre del 2020.
¿Es el momento de la innovación en el sector?
Un paso clave en muchas empresas será fomentar la innovación. Si las empresas son capaces de innovar, tendrán la ventaja adicional de no necesitar grandes aportes financieros públicos.
El sector del automóvil es una de las industrias con una regulación más estricta en todo el mundo. Muchas de estas reglas son necesarias para garantizar la seguridad humana y la protección del medio ambiente. Otras, sin embargo, han sido creadas para adaptarse a los nuevos conceptos de automóviles que están surgiendo en el mercado.
Un ejemplo sorprendente de esto es la aparición de los vehículos autónomos. Las regulaciones existentes aún no son las más adecuadas para adaptarse a esta tecnología emergente. Las normas de seguridad actuales requieren que el control de los vehículos lo ejerza una persona humana.
Para más inri, no existe aún una norma estándar internacional reconocida para registrar y certificar vehículos autónomos. Además, las reglas de circulación a menudo difieren de un país a otro, lo que dificulta que la innovación pueda llegar del todo al sector.
Para las empresas automovilísticas que intentan innovar y lanzar nuevos productos al mercado, este panorama regulatorio y estricto hace que estén siempre envueltas en un halo de incertidumbre e inseguridad. La complejidad regulatoria aumenta los costes de producción en la industria automotriz.
Esto se vuelve aún más relevante cuando nos hallamos en una crisis del sector. Afortunadamente, la tendencia del momento es la puesta en marcha de muchas fábricas. Los principales fabricantes europeos, casos de PSA Group, Renault y Daimler, están volviendo a poner en funcionamiento poco a poco sus plantas. Entre los que ya han reabierto está la fábrica de Volkswagen en Wolfsburgo (Alemania), la más grande del mundo en el sector automotriz.
No obstante, aunque las compañías automotrices ya pueden decidir cuándo reabrir sus plantas y hasta qué punto pueden reanudar la producción, existen otros factores que a día de hoy no pueden controlar. En particular, aún no se sabe cuándo se permitirá la reapertura de las salas de exposición y cuándo querrán los clientes comprar automóviles nuevos.