La crisis de los microchips ha provocado que las fábricas de vehículos ralenticen e incluso lleguen a paralizar la producción.  La falta de producción de nuevos coches afecta también a las ventas. De eso saben mucho los concesionarios, que han visto como en los últimos meses se reducían sus stocks, mientras que los clientes llegan a aguardar hasta ocho meses por su vehículo nuevo.

Ante esta situación son muchos los que acaban recurriendo por el mercado de ocasión y de segunda mano. Lo ven como una solución temporal o incluso definitiva ante la incapacidad de disponer de un coche en un plazo prudencial de tiempo.

Esto provoca, además, un mayor envejecimiento del parque móvil en España. Por cada vehículo nuevo vendido en septiembre se compraron 2,7 usados. Las patronales del sector, Ganvam y Faconauto, alertan que el número de coches con más de una década de antigüedad que circulan por nuestras carreteras va en aumento, rebasando con creces los 13 millones.

La ausencia de componentes electrónicos, chips y otros elementos han paralizado líneas de producción en las fábricas, dejando sin cubrir la demanda de aquellos que solicitan un coche nuevo. Aquellos que se han visto en la necesidad de recurrir al mercado de ocasión han escogido modelos con menos de cinco años desde la fecha de matriculación. Este es el principal motivo por el que están escaseando en estos momentos.

Al agotarse las existencia de los usados con menos de cinco años, muchos conductores tienen que recurrir a los de más antigüedad. Incluso llega a darse el caso de los compradores, como advierten desde las patronales, tengan que recurrir al mercado exterior ante la falta de stock en España.

Esa escasez de automóviles también ha provocado un aumento en el precio de venta, que ha subido cerca del 10% en apenas un año, como advierten desde la Asociación de vendedores de vehículos.

Una gran parte de los coches de ocasión que se venden proceden de compañías de alquiler o de renting, que también se han visto perjudicadas por esta falta de componentes. En estos momentos tampoco pueden renovar la flota porque no cuentan con garantías de suministro. Por lo general suelen facilitar automóviles con pocos años de vida al mercado de segunda mano, pero en esta ocasión no ha sido así.

En la actualidad, casi el 60% de los vehículos de ocasión que se están comercializando cuentan con más de diez años. Un problema que no solo acarrea el envejecimiento del parque móvil en España, también implica que no se reduzcan las emisiones como se esperaba.

La Asociación Nacional de Vendedores de Vehículos (Ganvam) recuerda que “la oferta de vehículos de ocasión también hay que fabricarla, y como debido a la crisis de los chips no hay renovación de flotas, no se está inyectando stock al mercado de segunda mano”.  Explican que los “mercados de vehículos nuevos y de ocasión funcionan como una cadena de transmisión, y el segundo se está viendo afectado también por la crisis de los microchips”. El descenso en las matriculaciones provoca que tampoco haya stock de coches de 0 a 5 años capaces de “atender la demanda”, cuentan desde la patronal de los concesionarios oficiales Faconauto.

 

¿Por qué resulta tan grave la crisis de los chips y cómo afecta a España?

La falta de estos chips, que solo se fabrican en unas pocas empresas del mundo, hace que la mayoría de marcas tengan que replantearse sus objetivos, con una importante caída en su producción. En todo el planeta se estima que dejen de hacerse unos 9,4 millones de vehículos, entre los que se encuentran turismos, camiones, autobuses y motocicletas.

El origen de este problema se localiza sobre todo en los principales países productores, en donde la pandemia ha golpeado con mucha fuerza. Ha habido un repunte de los casos de coronavirus y en algunos casos han optado por disminuir los ritmos de fabricación, mientras que en otros han sido más drásticos y se decantaron por el cierre temporal de estas compañías.

La crisis del transporte marítimo también se encuentra entre los motivos que han generado este problema de carácter mundial.

España no es ajena a esta situación, que ha visto como algunas de sus plantas de producción han tenido que reducir su carga de trabajo por la carencia de piezas. En el continente se han dejado de fabricar en lo que va de año unos 2,2 millones de vehículos, que alcanzará los 2,7 al término de 2021.

En nuestro país se estima que la pérdida de producción puede elevarse hasta las 100.000 unidades entre las plantas Valladolid y Palencia (Grupo Renault), Martorell (Seat), Vigo, Zaragoza y Madrid (Stellantis), entre otras. Tampoco se augura una mejora en el primer semestre del próximo ejercicio, donde este contratiempo se mantendrá.

Los más optimistas consideran que la crisis de los chips de los coches no acabará hasta 2022. Una situación que deja muy golpeado al sector, ya de por si castigado por la crisis de la pandemia.

Estos microchips que están provocando un serio problema en el mundo del automóvil son unos auténticos desconocidos para la mayoría de conductores. Sin embargo, desempeñan una labor esencial gracias a sus distintas funciones y aplicaciones. Hay que distinguir entre los MEMS y los semiconductores.

Los primeros hacen las funciones de sensores en múltiples aplicaciones que tienen los coches. Recogen información de trascendencia como sensores de velocidad, aceleración, presión, campo magnético o flujo de másico. Son una especie de diminutos cerebros que recoge y recopilan información para garantizar el correcto funcionamiento del vehículo.

Por otro lado se encuentran los semiconductores, que están considerados los grandes protagonistas de esta crisis. Se ocupan del control y conmutación de tensiones eléctricas y de altas corrientes. Tienen varias funciones. En el caso de los coches eléctricos o híbridos, se ocupan de controlar el flujo de energía eléctrica de potencia que se destina de la batería al motor, así como de la eficiencia de la energía utilizada.

En la mayor parte de los sectores de la economía se precisan de estos chips, por lo que la demanda se encuentra por las nubes, sobre todo a raíz de la pandemia. Y las fábricas de Asia, principalmente, no son ajenas a los daños del coronavirus.